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De hotel de lujo a refugio improvisado: la incertidumbre de los migrantes deportados en Panamá

De hotel de lujo a refugio improvisado: la incertidumbre de los migrantes deportados en Panamá

En trozo de papel con un mensaje desesperado asoma por la ventana del hotel Decápolis en Ciudad de Panamá. «Por favor, ayúdennos», ruegan dos niñas, mientras otros migrantes muestran señales de auxilio cruzando sus brazos a la altura de las muñecas o colgando carteles que dicen: «No estamos seguros en nuestro país».

El hotel, conocido por sus vistas al mar, restaurantes exclusivos y comodidades de lujo, se ha convertido en un centro de «custodia temporal» para 299 migrantes deportados desde Estados Unidos. Bajo estrictas medidas de seguridad y con miembros del Servicio Nacional Aeronaval custodiando el exterior, el edificio ahora parece más un búnker que un refugio.

Estos migrantes llegaron a Panamá la semana pasada en tres vuelos como parte de un acuerdo entre el gobierno de José Raúl Mulino y la administración de Donald Trump, que convirtió al país centroamericano en un puente para deportaciones. Sin embargo, la situación se complica: de los 299 migrantes, solo 171 han aceptado regresar a sus países de origen. Los otros 128, provenientes de naciones como India, China, Uzbekistán, Irán, Vietnam y Afganistán, enfrentan un futuro incierto.

Según las autoridades panameñas, quienes rechazan la deportación serán trasladados a un campamento en la provincia del Darién, zona utilizada hasta ahora para albergar a migrantes en tránsito hacia EE.UU. Mientras tanto, las súplicas desde las ventanas del Decápolis reflejan la angustia de quienes, tras haber sido expulsados de EE.UU., buscan una oportunidad para no regresar a lo que consideran un destino peligroso.

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